miércoles, 28 de noviembre de 2012
Experiencia de la visita al centro historico.
El primer lugar que visite fue la catedral. Dentro de ella es muy silenciosa, es un lugar donde te sientes pacifico y tranquilo. Saliendo fui al monumento de Enrico Martínez que esta a un costado de la catedral, es un monumento muy importante para la memoria de la Ciudad de Mexico. El nacional monte de piedad es un edificio muy grande que es parte de los muchos edificios que se encuentran el la plaza de armas. Camine hasta llegar al palacio de la santa inquisición que hoy en día es un museo. Mi siguiente parada fue hallar el puente de la acequia real, en su lugar encontramos el desnivel del canal y un puente pero de madera que temblaba, después de un buen rato encontré el puente de piedra. camine sobre la calle Corregidora hasta llegar a la calle Pino Suarez donde se encuentra el monumento a la fundación de Tenochtitlán que emblemátiza a la cultura establecida en el mismo lugar antes que nosotros. junto esta la estación del metro Zocalo donde se encuentran las maquetas, una representación aproximada de como se veía la ciudad antes. unas cuantas recomendaciones que les podría dar son: no ir en fin de semana, hay mucha gente y uno se desespera, planear anteriormente tu recorrido, de otra manera estarás dando vueltas sin saber a donde ir y llevar bloqueador, mucho bloqueador, el sol esta calientito.
Altar de los Reyes y el Retablo Metropolitano
El retablo es una fachada de la entrada de una
iglesia hecha de roca cantera, mientras que el altar de los reyes es un altar,
es un espacio sagrado dentro de la iglesia.
El retablo esta construido sobre una pared plana
que no da los mismos efectos de profundidad como el altar que esta construido
en una especie de muro semicircular.
El altar esta dedicado a los santos que en vida una
ves fueron reyes y el retablo a San José, patrono de la ciudad de México.
Son de un estilo muy similar.
El Señor del Veneno
Don Fermín era un caballero rico. Sin embargo, su
devoción lo ponía de pie todas las mañanas antes de que saliera el sol.
Discretamente resguardado en su negra capa, salía de su casa y se encaminaba a
la misa. Al terminar ésta, volvía de nuevo a su hogar, no sin antes detenerse
ante un Cristo de gran talla y doliente expresión.
Todos los días, don Fermín depositaba una moneda de
oro en el plato petitorio que estaba a los pies de la imagen, cuyos
ensangrentados pies besaba con humildad. Nunca faltaba don Fermín a su cita
matutina. Decían los vecinos que ésta era una de las muchas muestras de la
nobleza que regía el alma del caballero.
Don Ismael Treviño era igualmente rico, pero su
alma era oscura y envidiosa. Le pesaba el bien ajeno, especialmente el de don
Fermín Azueta, por quien sentía una profunda envidia. Aprovechaba cualquier
posibilidad de hablar mal de él.
En el corazón de don Ismael entró el odio por aquel
hombre y llegó el día en que anheló verlo muerto. Invadido en ese mal
sentimiento, comenzó a planear la manera en que, sin levantar sospechas, podría
asesinar a su enemigo.
Concluyó que la mejor
manera de acabar con don Fermín era envenenarlo. Halló a un hombre que poseía
el veneno perfecto: un agua color azul que no daba muerte en el acto, sino que
se distribuía en todo el cuerpo y al cabo de unos días causaba el efecto
esperado, sin causar dolor, sin dejar huella...
Con este líquido aderezó don Ismael un delicioso pastel
que hizo llegar a don Fermín.
Ávido de saber los resultados de su crimen, don
Ismael no quiso perderse un solo paso de don Fermín. Desde muy temprano lo
aguardó en la iglesia a la que acudía todas las mañanas y desde lejos observó
todos sus movimientos...
Don Fermín entró a la iglesia, saludó a todos, como lo hacía todas las mañanas y escuchó
atentamente la misa. Al terminar ésta, se encaminó al Cristo y rezó sus
oraciones. Se inclinó luego con humilde reverencia hacia los pies para
besarlos... y apenas los rozó con sus labios, una mancha negra como el ébano se
extendió sobre la pálida figura.
El asombro y el temor se reflejaron en el rostro de
don Fermín y de todos los que rezaban al Cristo. Pero quien tembló de pavor fue
don Ismael, quien al instante corrió a arrodillarse ante don Fermín y a gritos
le confesó su envidia y cómo había planeado asesinarlo. Estaba claro que el
Cristo, para proteger a don Fermín, había absorbido aquel veneno y como
evidencia había transformado su color.
El noble caballero miró a don Ismael y sintió
compasión. Le dijo quedamente palabras de perdón y lo abrazó como a un hermano
al que no hubiera visto en mucho tiempo.
Don Ismael salió pálido y abatido de la iglesia.
Ese mismo día abandonó la ciudad y jamás se le volvió a ver. La noticia
encendió el fervor entre los habitantes de la Nueva España, quienes desde
entonces acudían a la iglesia para ofrecerle veladoras y oraciones. Cierta
tarde, alguna de esas velas cayó y el Cristo se incendió. Algún tiempo después
fue sustituido por otro, también negro, y fue trasladado al altar de la
Catedral Metropolitana, en el Centro Histórico de la ciudad de México, donde
hoy se conserva.
El Altar de los Reyes
El altar de los Reyes esta ubicado dentro de la
catedral metropolitana, hasta el fondo de la catedral. El diseño de este
retablo es de Jerónimo de Balbás. Tal es la calidad, detalle, riqueza y grandeza de ésta
obra, que se considera una de las más bellas obras de arte creadas bajo el
estilo barroco churrigueresco en todo el continente Americano. Es una
decoración que cubre del piso al techo en un undimiento semicircular en la
pared que da una perspectiva de sombra y profundidad, con muchos detalles y
adornos estilo barroco churrigueresco hechos de madera labrada bañada en la
superficie con una capa de oro puro. Tiene algunas esculturas de santos y
ángeles y dos pinturas en el centro.
El guardia de seguridad nos indico que si se
permitía tomar fotografías pero únicamente sin flash.
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